Restan unos minutos para que el
reloj dé las dos de la tarde y ya se respira el final de otra jornada en el
Juzgado Número 5 de La Plata. Mientras algunos empleados abandonan el mostrador
general para tomar asiento en los escritorios dispuestos a sus espaldas, un
grupo de personas permanecen inmóviles en el estrecho pasillo que comunica los
departamentos de Niñez y Violencia de Familia del Juzgado. Ése miércoles 5 de
Noviembre está prevista una charla para futuros padres adoptivos a cargo de los
abogados Marcelo Saúl y Daniela Gavernet, que tiene por propósito evacuar
consultas de los postulantes sino también servir como un espacio para reflexionar
acerca del proceso de adopción. El comienzo de la charla se está tomando más de
la cuenta y va poniendo a prueba el
difícil ejercicio de la paciencia.
Finalmente logró tomarla de las
manos. Su marido comenzó acomodándole el pelo por detrás de su oreja y de
inmediato se notó la incomodidad en el rostro de Susana. Timidez es la palabra
que define toda su actitud corporal. Él acompaña los dulces gestos recordando
algunas anécdotas de un viaje compartido (“¿Te acordás aquella vez en
Córdoba…?”). Susana se rinde y puede sonreir. Sus hermosos ojos azules se ven
aún más grandes. A su manera, Jorge logra distenderla. Conoce cuando su mujer
está algo ansiosa.
Frente a ellos, Laura y Roberto se mantienen
en silencio, comunicándose por medio de miradas. Se reinstalaron en nuestro
país hace unos años atrás. Se percibe
cierto acento raro en su voz. Si uno sentara a los maridos de un lado y a las
mujeres de otro, no dudaría en unirlos con una flecha. El paso de la pareja, pausado
y elegante, es casi solemne. Ninguno de los dos pierde la postura al sentarse
en los asientos que después de un rato comienzan a hundirse.
Enrique y Roxana son los últimos en
llegar. Ambos se conocieron trabajando en Vialidad Nacional, donde actualmente
continúan sus funciones. Roxana comparte el pecado de muchas mujeres que
trabajan en la atención al público: el exceso de accesorios. Los prefiere de
plata y en cantidad. Su marido contempla embelesado lo que parece ser un nuevo
celular. La piel de la pareja ya da cuenta del intenso sol de la primavera.
Es casi imposible no detener la
atención en las numerosas conversaciones
que se desarollan en el pasillo. Ese tiempo muerto, en la espera de que algún
colaborador del juzgado los reciba, posibilita charlas cortas pero bastante
reveladoras entre personas que se cruzan por primera vez en su vida, y quizás la última. Dos mujeres hablan bajo,
casi entre suspiros. De a ratos la voz de una de ellas se eleva por encima de
los cálidos saludos entre los colegas que se retiran del juzgado y los pasos estrepitosos
de quienes bajan la escalera. “Mi hijo me dijo: Mamá vos sos lo único que me
importa. Sabés cuántas personas se drogan como jueces, abogados, padres de
familia y es a mí a quien quieren internar”. En el afán de proteger a la mujer,
todos mantuvieron la mirada en el piso, creando la sensación de que ninguno la
había escuchado. Cada uno intento concentrarse en sus propios pensamientos pero
les resultó difìcil. Los duros sinsabores de ser padre. Bastaron unos segundos
para que un abogado preguntara por la mujer desde la puerta del departamento de
Violencia Familiar.
Finalmente los abogados hacen su
aparición. Con las hileras de asientos que ocupan el pasillo se improvisa un imperfecto círculo dentro del departamento de
la niñez. Los ojos de los postulantes se pierden en los estantes de las
bibliotecas, atestadas de expedientes que parecen multiplicarse cuando uno no
los mira. Los ingenuos colores pasteles de sus portadas chocan con las tristes
historias que los expedientes pueden contar. Los abogados se presentan y
enseguida Saúl toma la palabra. Explica, a partir de su propia experiencia, las
dificultades que trae aparejado el proceso de adopción. La ansiedad es, sin
dudas, el aspecto más difícil. “Les aseguro que cada vez que el teléfono suene
en sus hogares o reciban un llamado de un número privado en su celular, sus
corazones estarán expectantes”, señala Saúl y agrega “Lamentablemente hablamos
de un proceso sin garantías. Hay postulantes a los cuales se los ha llamado a
los 6 meses de inscripción mientras que otros nunca recibieron la comunicación”.
En esa larga espera los postulantes pueden mudarse, cambiar de trabajo,
separarse si están en pareja o incluso morir. Ni hablar de cuántos cambios
sufre el menor en su proceso de crecimiento.
Creado por la Ley 25.854, la
Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines
Adoptivos (DNRUA) tiene por propósito constituir una nómina de inscriptos a
nivel nacional por medio de una “Red de Registros Nacional” de carácter
informático, que interconecte los diferentes registros locales. Una de las principales
ventajas de este Registro es que la sola inscripción al mismo garantiza la
postulación en todas las provincias para agilizar y economizar trámites y
evitar que tengan que inscribirse en múltiples registros. La inscripción, de
carácter gratuito, no requiere intervención de un abogado.
Será de este listado correspondiente
a la jurisdicción en que deba resolverse la guarda del niño o adolescente donde
los jueces seleccionen a los aspirantes. En caso de no existir postulantes, el
juez por resolución fundada podrá recurrir a los demás listados que operarán
subsidiariamente y por orden geográfico.
Gavernet repasa en voz alta los
requisitos establecidos para cumplimentar la inscripción en el Registro
Nacional. Las condiciones no son nada del otro mundo, y en su mayoría
corresponden a documentación a la cual se recurre habitualmente. El juzgado es
bastante flexible en lo que respecta al requisito del “Título de Propiedad ó
Contrato de Locación” y a la “Constancia de Haberes o recibo de sueldo”. En
caso de prescindir el primero, se dejará constancia de tal situación y no
existen impedimentos para que un trabajador en negro pueda adoptar.
Junto a la presentación de la
documentación correspondiente, los aspirantes deberán completar una solicitud
de inscripción integrada por 7 puntos. En el primero de ellos el postulante o
los postulantes deberán explicar sus motivaciones para adoptar. ¿Bastará con
explicar las ganas de ser padre o madre? ¿Cómo poner en palabras un deseo tan
profundo y con raíces tan arraigadas en nuestra cultura? Son varias las líneas
por completar. La pregunta ya está contestada y los aspirantes ensayan
mentalmente las respuestas que representen más fielmente su deseo.
Uno de los aspectos claves que
evaluará el Registro está dado por la disponibilidad adoptiva. El candidato o
candidatos deben dejar constancia del rango de edades de los menores a adoptar;
si están dispuestos a adoptar un grupo de hermanos; si aceptan discapacidades físicas, sociales,
mentales o intelectuales; si aceptarían una adopción simple ( A diferencia de
la adopción plena que establece un vínculo pleno entre el adoptado y la familia
adoptante sin subsistir lazos con la familia biológica, en la adopción simple
coexistirán los vínculos con la familia biológica dado que el Juez considera
que tal vínculo es saludable para el menor); entre otros aspectos.
Conforme a un reciente estudio
difundido por el DNRUA, de los más de 7100 postulantes sólo el 1, 25 % está
dispuesto a llevar a su casa a un niño mayor de 12 años. Un 26 % se manifestó a
favor de adoptar mayores de 6 años y los números se reducen al 6.41 % en el
caso de que los chicos sufran una patología. Son estas preferencias, las cuales
dificultan la posibilidad efectiva de ser padres. Saúl señala que “Se ponen
muchas cosas sobre la balanza a la hora de conceder la guarda. El tiempo
transcurre y se producen numerosos cambios de situaciones fácticas. Así los
candidatos no consignarán la misma edad de las criaturas a adoptar. Los jueces
considerarán cuestiones tales como la expectativa de vida del postulante.
Durante la charla las intervenciones
de los postulantes han sido mínimas, limitándose a escuchar atentamente la
explicación de los abogados. Enrique relató el largo proceso que vivió con su
mujer hasta dar con el Juzgado Nº5. Laura expresó su indignación ante el
listado de requisitos que exige el Juzgado Nº4, que en principio deberían ser
los mismos en todo los juzgados. Gavernet contesta: “Aquí nuevamente entra en
juego la discrecionalidad del juez”. Es ésa discrecionalidad la cual influirá
en la decisión de conceder la guarda a una u otra familia.
Quienes completaron la planilla de
inscripción y reunieron la documentación correspondiente, se quedaran unos
minutos más en el Juzgado coordinando una próxima entrevista. El resto se
retira en silencio, sin antes saludar a los abogados y a las demás parejas.
Ahora comienza la tarea más difícil: aprender a ser un padre en espera.